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Libros que guían

Lo conversé con varios colegas en el proceso de escritura de este libro. Coincidimos. Hay libros que guían[1]. El librero Pep Bernadas, director y fundador de la librería Altaïr, opina, en una entrevista con el periodista Marcel Beltrán, que toda la literatura es literatura de viajes. “Novelas, crónicas, ensayos, memorias... Todo. Porque todo lo que está escrito, o casi todo, nos habla de territorios” (Beltrán, 2020). Apuesta por leer de todo —o casi todo— en el antes. Y añade: “En Malí hay una dicha que dice que los blancos tenemos los ojos muy grandes pero que no vemos nada si no nos lo muestran. Se trata de corregir ese defecto. De ayudar al que se marcha a disponer del contexto necesario para saborear mejor la aventura. "El libro tiene que ser como un aperitivo" (Beltrán, 2020). El científico y guía experto Jordi Serrallonga también prefiere los libros. “Personalmente, rehúyo de las guías de viajes al uso; eso no significa que no sean útiles para otros viajeros y viajeras. Mi forma de desplazarme hace que me centre en las que antaño fueron las primeras guías de viajes: los relatos y experiencias, en primera persona, de aventureras, exploradores, navegantes, científicos, periodistas, etc. Una tradición en desuso, poco valorada en nuestro país, pero mantenida por algunos escritores y escritoras de viajes contemporáneos”[2]. Opino que el error sería partir de una dicotomía. Unos y otros suman o pueden sumar. Y lo más importante: se complementan, se enriquecen y deberían, cada vez más, asociarse y mezclarse. La hibridación de soportes y formatos es riqueza. También en los viajes.

Pensé en elaborar una lista de ellos, pero rápidamente me di cuenta que era una tarea absurda y, a la vez, inabarcable. O la lista se proyectaba al infinito o estaría incompleta. En 2010 Google publicó que existían 129.864.880 libros. Si a esa cifra le añadimos los 2.2 millones de libros que, según la UNESCO, se hacen año a año, la cifra ascendía a 143.064.880 títulos aproximadamente. Eso solo hasta 2016. Hoy el inventario debe rozar lo incontable. Además, cada uno tiene (tenemos) su (nuestra) lista. Y todas son válidas. Pero no todas son intercambiables. La mía quizás no te sirva a ti. Y al revés. Por suerte, cada uno conforma su elenco de guías que, no lo olvidemos, vigilan, observan, tutelan, rigen, orientan, interpelan, cuestionan, matizan, responden, dicen… Cada uno recorre este mundo con sus propias guías. Las que encontró. Las que le regalaron. Las que construyó.

Pienso en El interior, Postales o Larga distancia de Martín Caparrós, filigranas literarias que son ya referencia obligada del periodismo y de la narrativa de viajes (aunque para Martín el periodismo de viajes no exista). Recuerdo la original propuesta de cartografiar el mundo de Alastair Bonnet en Fuera del mapa. Es inevitable el libro de culto Librerías de Jorge Carrión. Me sorprendió el experimento de Paco Nadal en El viaje perfecto. Siempre admiré el trabajo divulgativo de Jordi Serrallonga para explicar más de 30 millones de kilómetros cuadrados en un puñado de conceptos: África en 10 palabras. O la apuesta por las historias anónimas de Xavier Aldekoa en Oceáno África o Indestructibles. Lo que hace y cómo lo hace Leila Guerriero en Frutos extraños no sé si es narrativa de viajes, pero me llevó a muchos lugares. Son palabras que rompen. La crónica de Agus Morales en No somos refugiados es una “guía” del drama de unos nómadas forzosos. Guardo como un tesoro la colección de miradas —filosas y honestas— que David Jiménez usó para contar Asia en El lugar más feliz del mundo. Me parece muy meritoria la capacidad documental de Juliana González-Rivera en La invención del viaje o la pasión de David Revelles en Rob Roy, el baronet y los 300 de Escocia. Y la lista sigue y seguirá (por suerte). Este manual habla de guías, pero insiste en que cualquier libro puede serlo.

[1] Leli Roque, de Anaya Touring, afirma que, desde hace algunos años, existe un público general que se decanta por comprar guías ilustradas rápidas y breves que tengan mapas y/o planos desplegables que ayuden al viajero a situarse y planificar los movimientos en un país o ciudad y que también contengan información práctica. Sin embargo, Roque añade que hay un segmento maduro (de más de 50 años) de nuestro mercado que se decanta por comprar guías más exhaustivas con mucha información de contexto (como introducciones históricas, geográficas, de vida urbana…) e información práctica de establecimientos selectos de cierto nivel y precio. Se trata de grandes lectores que demandan muchos datos. Además, señala que han detectado que últimamente lo que más se demanda son libros de viaje que nos son estrictamente guías, sino que “son libros más inspiradores y que no necesariamente se vinculan a un destino concreto puesto que sugieren rutas o viajes con motivaciones diversas”. Son libros que, según la experta del mundo editorial, han tenido un buen comportamiento en ventas incluso durante la pandemia por lo que ofrecen de evocadores, inspiradores e ilusionantes. (Entrevista a Leli Roque. Fecha: 07/01/2021. Fuente: Elaboración propia).

[2] Entrevista a Jordi Serrallonga. Fecha: 01/01/2021. Fuente: Elaboración propia.