Ejes temáticos

El turismo oscuro

Más de dos millones de visitantes visitaron en 2019 el campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau, situado al sur de Polonia. ¿Por qué? En ese lugar, durante la Segunda Guerra Mundial, alrededor de 1.100.000 personas fueron asesinas. El Memorial de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York superó el millón de visitantes en sus primeros tres meses. ¿Por qué?

El turismo oscuro, negro, de duelo o de dolor (o en su versión anglosajona: black tourism, dark tourism o grief tourism) es una tendencia que, sin ser nueva, ha experimentado un crecimiento llamativo[1]. Son viajes a lugares que están directamente vinculados con la muerte, la tragedia o el dolor: desde cementerios —colosales u olvidados— castillos, fortalezas, campos de batalla o mazmorras a campiñas donde cientos de miles de soldados fueros aniquilados en batallas cruentas. Las ruinas radioactivas de Chernóbil[2] son un ejemplo que ha eclosionado en los últimos años (en parte por la producción audiovisual de Netflix). Este viajar recorre esos enclaves asociados a la muerte y a la tragedia humana. No es solo un viaje al dolor. Se apoya en un hilo conductor, hilvana un relato, posee una historia.

Su inspiración es Tánato o Tánatos, la figura griega que representa a la muerte. Pero es una muerte sin violencia. El fallecimiento violento era territorio de sus hermanas: las Keres, espíritus femeninos del más allá, pero ellas sí: de una muerte iracunda, estridente y colérica. Escribió Stefan Weig que “no basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre”. Puede que este tipo de viajes responda a ello. Quizás es eso. Quizás, no.

Los profesores de la Universidad de Glasgow, Malcom Foley y John Lennon, publicaron el libro Dark tourism. The attraction of death and disaster (Foley y Lennon, 2000) que serviría para acuñar esta tendencia turística y que daría paso a otras denominaciones para agrupar a unas experiencias viajeras cortejadas y seducidas por el atractivo de la muerte, el sufrimiento, las tragedias o los desastres. Fue en 1996. Emergió el “turismo de tristeza”, el “turismo mórbido”, el “turismo de espanto” o el “Black Spot tourism”. La esencia era la misma: caminar por lugares donde el ser humano paladeo el padecimiento, el mal, la tortura, el suplicio, el calvario, el tormento, el pesar, la pena, la angustia, la tristeza o la desolación. Foley y Lennon estudiaron lugares vinculados con la muerte que ejercían una particular atracción sobre las personas. Su objetivo era entender por qué estos viajeros llegaban a esos lugares y qué elementos les persuadían más, sus sensaciones, sus reacciones y su balance final.

Esta tendencia viajera ha inaugurado debates de diversa índole. Por un lado, se percibe como un motor reactivador de zonas o lugares que quedaron estigmatizados y que, con este planteamiento, pueden convertir su desgracia en un motor económico que ofrezca puestos de trabajos a los habitantes de la zona. Por otro, es una vía para transformar en experiencia formativa y aleccionadora sucesos históricos marcados por el dolor. Desde una mirada crítica y un compromiso ético, el turismo oscuro serviría para invitar a la reflexión y a la ruptura de prejuicios y miradas etnocéntricas y sesgadas. Sin embargo, algunos han advertido del riesgo de banalizar el dolor, de frivolizar con la muerte o de convertir estos enclaves en una suerte de reallity show turístico.

Las guías de viajes son una excelente oportunidad para cultivar este compromiso ético a partir de relatos que interpelen a los usuarios, pero también mediante preguntas directas que les inviten a reflexionar sobre esos lugares y lo que allí sucedió. Lo dijimos al principio: las guías viajeras son herramientas educativas. Su rol también es acompañar al viajero en sus recorridos desde la ética y desde una invitación permanente a la reflexión, la búsqueda y la autocrítica. Quizás nuestras guías han insistido demasiado en responder al “qué”, al “cuándo” y al “cómo”. Y han olvidado esa pregunta decisiva que es motor de todo aprendizaje: “¿Por qué?”.

“Un selfi en la cámara de gas”. Así título el periodista Jacinto Antón. Y escribía: “De hecho, Auschwitz se ha convertido en un destino turístico estrella, con 2.320.000 visitantes el año pasado, un 8% de aumento con respecto a 2018, que ya marcó un récord. Cómo conjugar las visitas masivas, y el negocio turístico montado alrededor de ellas (hay empresas que incluyen un chupito en Cracovia a la vuelta), con el respeto que merece un lugar que es a todos los efectos un cementerio (el más grande del mundo) y una de las máximas expresiones del sufrimiento humano en la Tierra, es un verdadero reto para las autoridades polacas, los guías y los vigilantes del monumento”. La visita viene precedida de normas: 1) No se puede comer ni beber excepto agua en el campo; 2) Hay que mostrar siempre el respeto debido al lugar —no hablar alto y no hacer bromas ni reírse—; y 3) hay espacios y objetos que no se pueden fotografiar. Las fotos que se hagan —así se aclara antes de la visita— han de ser siempre de tipo documental (Antón, 2020). No muy lejos, a unos 566 kilómetros de allí, una influenciar embarazada publicaba en una foto en su cuenta de Instagram. Posaba junto al Monumento al Holocausto de Berlín. Su desafortunado hashtag decía: #babyintheoven («Bebé en el horno») (ABC, 2020).

[1] El trabajo de Elsa Soro, titulado Turismo oscuro: perfiles, nichos, motivaciones es un tratado muy completo y detallado de esta tendencia turística. A partir del incremento de la demanda de experiencias y actividades que “apelen a las emociones y sensaciones fuertes positivas o negativas”, Soro analiza la pluralidad de formas, manifestaciones y productos del viaje oscuro que califica como un importante nicho de mercado que podría erigirse como un “dinamizador económico y una palanca de regeneración por los territorios y los destinos”. Más información en: Elsa Soro (2017). Turismo oscuro: perfiles, nichos, motivaciones. Barcelona: GRIT-Ostelea de Ostelea School of Tourism & Hospitality.

[2] La revista National Geographic dedicaba un reportaje al “encanto radioactivo” de Chernóbil y explicaba: En 2011, diferentes agencias iniciaron tours a ciertas partes de la zona que ya no representan riesgos para la salud, elegidas con ayuda del gobierno. Puede parecer una locura destinar un sitio con tales características al turismo, pese a que existan lugares con mayores niveles de radiación natural –como estar en un avión a gran altitud–, pero para el gobierno ucraniano es una manera de crear conciencia sobre las consecuencias de la irresponsabilidad al manipular energía atómica, mientras deja claro que la nación ya no es una amenaza nuclear. Así, los visitantes cada día son más: en 2014, 8 000 personas visitaron la zona, mientras que en 2018 la cifra se disparó a 71,862, y solo en mayo de 2019, 12,591 personas estuvieron ahí. Tal vez sea la ciudad abandonada, la incredulidad al desastre y el morbo de conocer más sobre uno de los peores accidentes nucleares lo que atrae a miles de visitantes. Pero también las medidas de precaución, como un tiempo límite de recorrido, evitar todo contacto con los animales, así como recoger flora o remover el suelo, hacen viable la experiencia”. Más información en: Marissa Espinosa. “El encanto radioactivo de Chernóbil”. EN: https://www.ngenespanol.com. Accesible en: https://www.ngenespanol.com/lugares/el-encanto-radiactivo-de-chernobil (s.f.). Consultado en (21/11/2020).

Portada "El mundo a través de sus cárceles"
Fernando Gómez (2020). El mundo a través de sus cárceles (Ed. Luciérnaga).
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Fernando Gómez (2018). La vuelta al mundo en 80 cementerios (Ed. Luciérnaga).
Portada "La España maldita: Enclaves templarios, nidos de brujas, entradas al infierno y otras rutas con misterio"
Lorenzo Fernández Bueno (2018). La España maldita: Enclaves templarios, nidos de brujas, entradas al infierno y otras rutas con misterio (Ed. Luciérnaga).
Portada "Turismo Dark: Destinos con oscuros magnetismos"
Miriam del Río (2019). Turismo Dark: Destinos con oscuros magnetismos (Planeta).